Cuando las masacres se convierten en algo normal, ¿hacia dónde se dirige la sociedad?
Cuando un enfermo mental, caracterizado como activista palestino, se dirigió a miles de manifestantes propalestinos, en una concentración que tuvo lugar el pasado sábado en Londres, dijo insanamente que "las masacres deberían normalizarse como status quo".
Aunque los desvaríos enfermizos de Mohammed el-Kurd sirven como prueba de su pensamiento demente y psicótico, sería interesante hacer una encuesta para saber cuántos, entre los miles que protestaron, estarían de acuerdo en que les gustaría que la bárbara matanza de bebés, niños, mujeres y familias enteras inocentes se convirtiera en un acontecimiento social "normal" como cualquier otro.
Es increíble imaginar que no haya habido ninguna reacción ante una declaración tan maníaca, que sólo puede salir de los labios de un sádico asesino carente de todo límite moral y ético. Y si semejante comentario queda sin respuesta, ¿debemos creer que todos los asistentes piensan como él? ¿Debemos llegar a la conclusión que están dispuestos a aceptar los sucesos del 7 de octubre como algo corriente y una sana representación de las normas sociales actuales porque no le gritaron?
No importa quién sea usted. Deberían haber saltado inmediatamente las alarmas, en el momento en que alguien escuchó la expresión de un concepto tan depravado, porque si ese tipo de sugerencia puede sostenerse, aunque sólo sea por un segundo, significa que la humanidad ha sido golpeada por una lesión mortal que sólo nos conducirá a nuestra segura desaparición como especie. Sin embargo, cosas así ya no son una anomalía.
Es triste decirlo, pero comentarios como estos se escuchan cada vez más en estos días. Julius Malema, líder de los Combatientes por la Libertad Económica (EFF), partido político sudafricano marxista-leninista y nacionalista negro, fue grabado recientemente diciendo: "Cuando te oprimen, la única opción que tienes es luchar, y eso es lo que está haciendo Hamás. Están luchando por su libertad. Sólo tienen una opción: enfrentarse al enemigo y disparar a matar". Llegó a decir: "Condenar a Hamás es un acto de cobardía. No hay nada malo en lo que hace Hamás".
Malema, a todas luces un hombre muy perturbado que está claramente poseído por el demonio, cree que Hamás tuvo que hornear bebés, quemar vivos a niños y cortar los pechos a mujeres jóvenes para alcanzar su libertad, porque eran a ellas a quienes atacaban. Para él, los enemigos son aquellos que ni siquiera son capaces de hablar todavía, porque apenas han salido del vientre materno.
Pero mientras él dice que condenar a Hamás es un acto de cobardía, definámoslo realmente. Cobardía es masacrar a familias desarmadas en sus camas. Es llevarse a jóvenes en un festival de música cuyo último pensamiento fue que ese acontecimiento marcaría el final de sus vidas. Es llevarse por la fuerza a madres y a sus hijos mientras se decapita a padres, hijos y hermanos incapaces de defenderse en una lucha justa. Es incendiar comunidades enteras cuyos residentes defendieron la causa de los palestinos durante toda su vida, abogando por que tuvieran una vida mejor. Cobardía es no hacer preguntas y cometer asesinatos al por mayor, porque nadie está ahí para detenerte. Esa es la cara de la cobardía, y nadie lo hizo mejor que Hamás el 7 de octubre.
Malema, en su tono asesino, también intenta justificar la masacre como una solución completamente aceptable para acceder a la propia libertad, explicando que eso es lo que hay que hacer para conseguir lo que otros te han quitado. Pero en medio de todos sus desvaríos lunáticos, extrañamente, nunca menciona la libertad sin restricciones y el lujoso estilo de vida que disfrutan los dirigentes de Hamás, cuyos lujos decadentes están siendo financiados por naciones del mundo, naciones que, en su ingenuidad, felizmente asignaron miles de millones a un pueblo que nunca vio un centavo de ese dinero, sino que, en cambio, en última instancia, fue a los mismos monstruos que son los que impiden a los habitantes de Gaza vivir sus mejores vidas mientras ellos viven las suyas.
Lo irónico de todo esto es que Malema aboga por Hamás, mencionándolo específicamente por su nombre. No habla del gazatí o palestino medio. Se dirige directamente al gobierno/terroristas, haciendo su voluntad mientras intenta convencer a sus oyentes de que ellos son los buenos, que sólo luchan por la libertad.
Puede que él esté completamente loco, pero el resto de nosotros no lo estamos. Sabemos muy bien quién está impidiendo a los palestinos cualquier tipo de avance, y reconocemos el asesinato, la violación y el mal cuando los vemos. El hecho de que no lo denuncien las organizaciones de derechos humanos, las Naciones Unidas o cualquier nación que se precie de ser civilizada, no cambia en nada los hechos sobre el terreno. Las masacres nunca serán aceptables para ningún ser humano normal con un corazón, una conciencia y un cerebro que funcione, y ningún discurso apasionado cambiará eso jamás.
Al final, incluso Hitler sabía que lo que había hecho no quedaría impune, y por eso eligió acabar con su vida antes de que otros pudieran hacerlo por él.
Vivimos en un mundo que se ha vuelto literalmente loco al ver cómo individuos enfermos intentan encubrir los más espantosos de los malos pensamientos como opciones aceptables y la única forma de alcanzar los propios objetivos. Y si la sociedad racional no pone fin a estas reflexiones infernales, el mal arrasará como un diluvio y se apoderará de la humanidad en un cataclismo que acabará con este mundo.
Si uno se para a pensar en lo rápido que ha cambiado todo en los últimos tres o cuatro años, se da cuenta de que nos enfrentamos a una nueva realidad y que nos encontramos en aguas desconocidas, de las que ninguna generación anterior ha sido testigo. Sí, el mal siempre ha existido, y a menudo la gente tenía que huir para sobrevivir a embestidas horribles, pero siempre vivíamos para ver el amanecer. Esta vez, no está tan claro si eso ocurrirá.
Porque hemos llegado a un precipicio en el que la maldad, la corrupción y los actos atroces se ensalzan como rectos y honorables en nombre de la libertad y la justicia. Proteger a los inocentes, especialmente a los niños, ya no es un valor apreciado, pero no lo ha sido desde hace mucho tiempo, desde que se legalizó matar la vida en el vientre materno. Incluso la gente razonable se ha vuelto insensible al hablar del aborto, cooptando la frase: "Mi cuerpo, mi elección". No hay opción para una vida no deseada.
Mientras la humanidad sigue endureciéndose a las normas morales y principios piadosos que una vez sostuvimos colectivamente, tendrá que haber una resolución inquebrantable de no permitir la desensibilización de actos odiosos y aborrecibles que nunca representarán la cordura, una mente sana y un juicio claro.
Es nuestra única esperanza de supervivencia: esa y la invocación a nuestro Padre Celestial, que nos ha dado el mejor modelo para encontrar la salida del pantano de nuestras propias inclinaciones pecaminosas. Se llama Santa Biblia, ¡y ya es hora de desempolvarla y convertirla en la guía central de nuestra vida cotidiana!
Ex directora de escuela primaria y secundaria en Jerusalén y nieta de judíos europeos que llegaron a Estados Unidos antes del Holocausto. Hizo Aliyah en 1993, está jubilada y ahora vive en el centro del país con su marido.