¿Muerte por delegación? La caída de Assad y el colapso de la estrategia regional de Irán
¿Cómo afecta a Israel?
En la medicina, existe un trastorno inquietante llamado síndrome de Munchausen por poderes (ahora conocido como trastorno facticio impuesto a otro), en el que un cuidador fabrica o induce enfermedades en las personas a su cargo, a menudo para mantener el control y validar su papel de «protector».
A medida que la estrategia regional de Irán se desvela en 2024, surge un sorprendente paralelismo: La relación de Teherán con sus fuerzas proxy guarda un asombroso parecido con esta dinámica patológica.
Al igual que el cuidador diagnosticado que crea crisis para afirmar su control, Irán se ha posicionado como el protector indispensable de varias fuerzas regionales -desde Hezbolá en Líbano hasta el régimen de Assad en Siria.
La estrategia del «Anillo de Fuego», magistralmente elaborada por el difunto general iraní Qasem Soleimani antes de su eliminación en un ataque estadounidense con drones en enero de 2020, no consistía sólo en cercar militarmente a Israel. Era una compleja red de dependencias fabricadas, donde la «protección» de Irán a menudo intensificaba los mismos conflictos a los que se enfrentaban sus representantes, creando un ciclo de dependencia perpetua.
Pero al igual que Munchausen por poderes corre el riesgo de destruir tanto al que cuida como al dependiente, la estrategia de Irán se ha derrumbado dramáticamente, arrastrando consigo a sus apoderados. La reciente caída del régimen de Assad, acompañada de la humillante retirada de los leales chiíes a Irak, marca la fase terminal de esta relación patológica.
Uno sólo puede preguntarse: ¿La necesidad compulsiva de Irán de ser el «protector» de la región ha resultado finalmente autodestructiva?
Los activos militares y las alianzas de Irán se debilitan
Un golpe significativo se produjo a través de una acción militar israelí sin precedentes dentro del propio Irán. Los ataques aéreos de precisión tuvieron como objetivo instalaciones de producción de misiles en múltiples provincias, degradaron gravemente las capacidades de defensa antiaérea iraníes y destruyeron centros de fabricación de drones. Estos ataques demostraron la capacidad de Israel para penetrar a voluntad en el espacio aéreo iraní, echando por tierra la idea de la invulnerabilidad territorial de Irán y envalentonando a los adversarios regionales de Irán.
La degradación de las capacidades militares de Hezbolá resultó ser el punto de inflexión crucial. Con su fuerza de representación más poderosa gravemente debilitada, Irán perdió su principal elemento de disuasión tanto contra las acciones israelíes como contra los movimientos de oposición regionales. Esta nueva realidad animó a los grupos rebeldes sirios y a otras fuerzas antiiraníes a actuar con mayor audacia, alterando fundamentalmente la dinámica de poder regional.
El colapso de la posición de Irán en Siria puso de manifiesto otra debilidad subyacente en el edificio estratégico iraní: las fallas religiosas dentro de su sistema de alianzas.
La secta alauita de Assad, aunque históricamente alineada con el islam chií, ocupa una posición teológica compleja que siempre ha creado tensiones con el chiísmo twelver ortodoxo de Irán. Estas distinciones religiosas, que durante mucho tiempo se pasaron por alto en tiempos de fortaleza, se hicieron cada vez más relevantes cuando Irán se enfrentó a decisiones difíciles a la hora de comprometer recursos para proteger a sus aliados.
La fe alauita, considerada heterodoxa por muchos eruditos islámicos, siempre ha sido un punto de tensión en la alianza Irán-Siria. Los musulmanes suníes, que son mayoría en Siria, ven a los alauíes con especial hostilidad, pues los consideran aún más alejados del islam ortodoxo que los chiíes mayoritarios. Los cálculos estratégicos de Irán parecen dar prioridad a la protección de los intereses chiíes básicos frente al mantenimiento del apoyo a los aliados periféricos.
La magnitud de la caída de Assad reveló el alcance de la debilidad estratégica de Irán. Cuando las fuerzas rebeldes lanzaron su ofensiva, la incapacidad de Irán para proporcionar un apoyo significativo a su aliado de toda la vida se puso claramente de manifiesto. A diferencia de lo ocurrido entre 2011 y 2015, cuando Irán movilizó importantes recursos para proteger a Assad, esta vez Teherán solo pudo contemplar cómo se derrumbaba el ejército sirio.
La rápida rendición de ciudades importantes como Alepo, Hama y Homs -ocurrida en apenas diez días- demostró hasta qué punto se había erosionado la influencia regional de Irán. La falta de apoyo tanto de Irán como de Rusia, tradicionalmente los más firmes defensores de Assad, resultó decisiva para el rápido colapso del régimen.
El desmoronamiento continúa
La degradación de las capacidades militares de Hezbolá tras su enfrentamiento con Israel marcó un punto de inflexión decisivo. La eliminación de figuras clave de la cúpula, incluidos varios altos mandos y planificadores operativos, ha creado un grave vacío de liderazgo. La destrucción de importantes infraestructuras militares, como centros de mando, almacenes de armas y redes de túneles, ha paralizado a la que en su día se consideraba la fuerza interpuesta más potente de Irán. Las estimaciones de los servicios de inteligencia sugieren que Hezbolá ha perdido casi el 40% de su fuerza de combate de élite y la mayor parte de sus capacidades de misiles de precisión.
Este debilitamiento sin precedentes de Hezbolá ha alterado fundamentalmente su relación con Irán. Los mecanismos tradicionales de coordinación entre Teherán y su apoderado libanés se han visto gravemente alterados. Al dejar de ser seguro el territorio sirio, Irán ha perdido su principal vía de suministro de armas y asesores militares a Hizbolá. Los sofisticados sistemas de mando y control que antaño permitían una cooperación sin fisuras entre los oficiales iraníes y las unidades de Hezbolá se han desmantelado en gran medida.
La posición de Hezbolá dentro del propio Líbano también se ha visto alterada drásticamente. La organización se enfrenta a crecientes críticas internas por atraer las represalias israelíes contra Líbano, mientras que su capacidad para mantener su tradicional estatus de «estado dentro de un estado» se ha visto comprometida por las pérdidas militares y financieras. El despliegue de las Fuerzas Armadas Libanesas en el sur, unido a la presencia internacional de mantenimiento de la paz, ha erosionado aún más el control exclusivo de Hezbolá sobre sus bastiones tradicionales.
Esto contrasta fuertemente con las fases anteriores del conflicto sirio (2011-2015), cuando Irán orquestó una movilización masiva de fuerzas chiíes para impedir la caída de Assad. Durante ese período, Hezbolá comprometió a miles de combatientes en batallas críticas, las milicias chiíes iraquíes fueron redirigidas desde su territorio de origen para luchar en Siria, y oficiales del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Iraní (IRGC) proporcionaron orientación estratégica y coordinación en una demostración de la antigua fuerza del eje.
El colapso final de Assad - Lo que significa para Irán
El colapso del régimen de Assad fue extraordinariamente rápido. A partir del 27 de noviembre de 2024, una coalición de fuerzas de la oposición lanzó una ofensiva sorpresa que capturó alrededor de 250 ciudades, pueblos y aldeas en cuestión de días. Las principales ciudades cayeron en rápida sucesión: Alepo en 24 horas, seguida de Hama y Homs, aislando de hecho a Damasco. Las líneas del frente del ejército sirio se desintegraron y las tropas se rindieron o abandonaron sus puestos. El 8 de diciembre, los rebeldes habían entrado en Damasco, enfrentándose a una resistencia mínima, mientras que Assad huyó a un lugar desconocido. El primer ministro sirio, Mohammed Ghazi Jalali, anunció que el gobierno estaba dispuesto a transferir el poder a una autoridad de transición, con lo que se ponía fin a 50 años de gobierno de la familia Assad.
La reciente caída del régimen de Assad representa la culminación de los reveses estratégicos de Irán. A diferencia de intervenciones anteriores, esta vez Teherán parece haber calculado que el coste de la intervención sería demasiado elevado. La situación se ha deteriorado hasta el punto de que Irán se enfrenta ahora a la humillación de tener que negociar con los grupos rebeldes sirios -fuerzas a las que antes tachaba de terroristas- para garantizar el paso seguro de su personal diplomático desde Damasco.
La captura por parte de los rebeldes de importantes activos militares de las fuerzas de Assad ha modificado aún más el equilibrio de poder. Entre ellos se encuentran sistemas avanzados de defensa antiaérea como el Pantsir S-1 y el S-200, arsenales de armas químicas e importantes equipos militares convencionales. Esta transferencia masiva de capacidades militares representa no sólo una pérdida para las fuerzas de Assad, sino una catástrofe estratégica para la postura regional de Irán.
¿Y que pasa con Israel?
Israel contempla estos acontecimientos con mesurado optimismo, al tiempo que mantiene una vigilancia estratégica. El debilitamiento de la posición de Irán representa una clara victoria, aunque la aparición de grupos radicales suníes en Siria plantea nuevos retos. Los mensajes moderados de los grupos rebeldes hacia Occidente tranquilizan temporalmente, pero persiste la incertidumbre sobre la estabilidad a largo plazo a lo largo de la frontera norte de Israel.
La dimensión nuclear añade otra capa de complejidad a los cálculos estratégicos de Israel. La vulnerabilidad de Irán podría llevarle a acelerar su programa nuclear como medida defensiva. Por el contrario, Teherán podría calcular que la búsqueda de capacidades nucleares mientras está expuesto tanto a los ataques israelíes como a la oposición suní sería demasiado arriesgada, lo que podría conducir a una contención temporal de sus ambiciones nucleares. Esto crea una delicada ventana de oportunidades -y riesgos- para los planificadores estratégicos de Israel.
El control por parte de los grupos rebeldes de capacidades militares avanzadas, incluyendo sistemas de defensa aérea y arsenales de armas químicas, presenta tanto oportunidades como desafíos para la planificación estratégica israelí. Aunque la degradación de la red de representantes de Irán reduce las amenazas inmediatas, la posibilidad de que estas armas caigan en manos extremistas exige una cautelosa vigilancia.
Los estrategas de Israel también deben considerar si el actual debilitamiento del poder iraní sirve a los intereses israelíes a largo plazo. Durante años, el conflicto sunní-chií ha dividido eficazmente a los adversarios de Israel, centrándose cada secta islámica más en su rivalidad sectaria que en la confrontación con Israel. La posible eliminación de Irán como potencia regional podría, paradójicamente, aumentar los desafíos de Israel al permitir a los grupos yihadistas suníes reorientar su enfoque totalmente hacia el Estado judío.
Este escenario resulta especialmente preocupante dados los vastos territorios que podrían caer bajo el control de grupos extremistas suníes. Sin el contrapeso de las fuerzas respaldadas por Irán, estos grupos podrían establecer nuevas bases de operaciones más cerca de las fronteras de Israel. El patrón histórico sugiere que mientras las fuerzas chiíes operaban bajo la contención estratégica de Irán, los grupos yihadistas suníes suelen mostrar patrones de comportamiento menos predecibles y más agresivos.
Crisis teológica e implicaciones futuras
Tal vez lo más profundo sea que estos acontecimientos han desencadenado una crisis teológica sin precedentes en el seno del clero iraní. El régimen de los ayatolás se ha posicionado durante mucho tiempo como la vanguardia de la oposición islámica a Israel y Occidente, considerando esta postura como un catalizador para la llegada del Mahdi, la figura redentora chií. Las expectativas del régimen de una derrota inminente de Israel, que parecían plausibles durante las primeras fases del conflicto de octubre, se han visto truncadas por los acontecimientos posteriores.
Esta crisis de fe va más allá de los reveses militares y políticos y pone en tela de juicio los cimientos mismos de la legitimidad del régimen. El fracaso de la estrategia proxy de Irán, el aumento de la disidencia interna contra las políticas antiisraelíes del régimen y el creciente aislamiento internacional han creado un profundo desafío ideológico. Las profecías incumplidas sobre la derrota de Israel han llevado a cuestionar la narrativa religiosa del régimen entre sus principales partidarios.
Luego está el resto del público iraní, algunos de los cuales no son chiíes en absoluto. El creciente rechazo de la opinión pública iraní a la postura antiisraelí del régimen cuestiona su legitimidad en el país. Esta disonancia ideológica entre la retórica apocalíptica y las realidades geopolíticas obliga a una reevaluación fundamental de la identidad revolucionaria de Irán y de su papel en el mundo islámico.
La transformación del «anillo de fuego» de Soleimani en un círculo de vulnerabilidad representa algo más que una derrota estratégica: señala un posible desmoronamiento de los cimientos teológicos sobre los que el régimen revolucionario de Irán ha construido su legitimidad. Al igual que los pacientes que acaban liberándose del ciclo destructivo de Munchausen por poderes, los apoderados de Irán y la opinión pública están empezando a reconocer la naturaleza patológica de la relación «protectora» del régimen. El colapso de esta estrategia revela una profunda verdad: un protector que requiere una crisis perpetua para mantener su papel acaba destruyendo no sólo a sus dependientes, sino también a sí mismo.
Tolik es un productor y guionista israelí con una variada carrera en los medios de comunicación israelíes. Ha escrito para numerosos programas populares de la televisión israelí y colaborado con varias cadenas de televisión y periódicos, y tiene experiencia como guionista, redactor publicitario y publicista.